
Tokio 2020 debería haber comenzado este 24 de julio de 2020, día señalado inicialmente para la inauguración de los Juegos de la XXXII Olimpiada. Por desgracia, y después de los titubeos razonables ante una decisión de tal calado, el COI decidió aplazar la cita durante un año. Solo las dos guerras mundiales habían obligado a postergar unos Juegos Olímpicos. Esta vez el culpable no fue un país ni un loco visionario, sino un diminuto virus que ha confinado en sus casas a toda la Humanidad, el Covid-19. Faltan 365 días, por tanto, para Tokio 2020, pero a día de hoy, nada está claro: la pandemia sigue descontrolada en muchos países y la euforia con la que los japoneses acogieron estos Juegos va decayendo. Una cosa sí es segura: la polémica acompaña a Tokio 2020 desde el principio.
Candidatura y elección
La historia oficial de Tokio 2020 arrancaba hace ya siete años, el 7 de septiembre de 2013, en Buenos Aires, fecha en la que se imponía a las otras dos candidatas finalistas, Madrid y Estambul, como sede de los próximos Juegos Olímpicos de verano. Una elección, para no perder la costumbre, sobre la que también vuelan en círculo las sospechas de compra de votos a miembros del COI (Comité Olímpico Internacional), pero que aquí, al menos de momento y si no aparecen nuevas y relevantes noticias, no tocaremos.
Eso sí, la constatación de que dicho asunto no resultó ser una mera anécdota a pie de página, fue que el escándalo se llevó por delante al presidente del Comité Olímpico Japonés, Tsunekazu Takeda. Ni más ni menos.
El lío de los logotipos
En realidad, Tokio 2020 siempre ha estado acompañado de polémicas negativas. Después de su confirmación oficial como sede olímpica, el siguiente acto significativo en su cuenta atrás hacia la celebración de los Juegos bien pudo ser la presentación (ahora sabemos que nefasta) del logotipo en julio de 2015.
El diseño escogido no tardó en recibir acusaciones de plagio por parte de un diseñador gráfico belga que años antes creó algo similar para el Teatro de Lieja. El japonés Kenjiro Sano, autor del logo en entredicho, defendió su creación como pudo… hasta que salió a la luz un inquietante historial de plagios en su carrera profesional. Ahí terminó la trayectoria olímpica del primer logotipo japonés.
El nuevo logo, obra de Asao Tokolo, se presentó el 25 de abril de 2016. Con su forma de un círculo en un patrón ajedrezado de color índigo, se pretende «expresar una refinada elegancia y sofisticación que ejemplifica Japón».
Organización ejemplar
Hasta aquí, pareció que llegarían las notas discordantes. Sin embargo, si algo puede ir mal, puede incluso ir peor. Ni por lo más remoto, alguien podía pensar que una breve noticia a pie de página a principios de 2020 (China anuncia el 5 de enero que los casos desconocidos de neumonía en Wuhan no corresponden al SARS ni al MERS) se iba a convertir en el acontecimiento que cambiase por completo el siglo XXI. Al contrario, en esas fechas, los miembros del COI se frotaban las manos ante las expectativas: los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 podrían ser los mejor organizados de la Historia. Puede parecer un título honorífico sin importancia, pero el prestigio que supone para la ciudad y el país es de un valor incalculable. Si no, que se lo pregunten a Barcelona y Sidney (en la parte positiva) o a Río de Janeiro y Atenas (en la parte menos positiva).
En cuanto a disciplina y organización los japoneses no tienen nada que demostrar. Sin embargo, no estar a la altura de lo esperado sería, además de preocupante, humillante para una cultura tan orgullosa de sus señas de identidad. Por eso, llevan siete años a toda máquina y, entre otras cosas, puede que sean los primeros organizadores que a un año vista ya tenían construido más del 80% de las infraestructuras. A día de hoy, siete de las ocho nuevas sedes olímpicas ya están terminadas. Solo faltaría el Tokyo Aquatics para la natación, que en julio de 2019 se encontraba al 75% y que estaba previsto terminar en febrero de 2020.
Locura por las entradas
Dos datos más que dan fe de la alta probabilidad de unos Juegos Olímpicos para la Historia: entradas y patrocinios.
En cuanto a las entradas, solo en la primera fase de venta, exclusiva para residentes en Japón, se adjudicaron en torno a 3,2 millones de tickets. En el caso de que finalmente las competiciones puedan disputarse con público, será difícil ver, como en alguna edición anterior, estadios o pabellones medio vacíos.
Por su parte, la recaudación de patrocinios privados ya ha superado todos los récords: más de 3.000 millones de euros, el triple que cualquier edición anterior de las Olimpiadas modernas. Alrededor de 62 grandes marcas japonesas firmaron acuerdos de patrocinio en diversos niveles de participación.
Lo dicho, la faceta organizativa de Tokio 2020 pintaba muy bien. Pero ya nada es como era hace seis meses. Según una encuesta de la agencia de noticias japonesa Kyodo recientemente publicada, solo el 23,9% de los habitantes de Tokio apoya la celebración de las Olimpiadas en su ciudad. Si los Juegos se celebran el año que viene, el 44,1% prefiere que se apliquen múltiples restricciones: o puertas cerradas, o limitaciones de público en las gradas.
Solo hay algo seguro: de realizarse finalmente los Juegos Olímpicos en 2021, serán históricos en muchos sentidos.
Comentarios recientes